LAS COSAS QUE PUEDES HACER EN L.A. CUANDO ESTÁS MUERTO parte 2°

Se me hacía tarde, y aún me quedaban algunas cosas por hacer, así que apuré el paso, y me dirigí a mi velorio, entré a la iglesia cerca de las 7 de la tarde, ahí lloraba gente que no conocía, mis tías y, por supuesto mi ex-esposa, que, de un negro riguroso interpretaba el papel de viuda doliente a la perfección. Me senté en los últimos escaños a contemplar el espectáculo, y por primera vez en "mi vida" aguanté una misa entera, con el único fin de saber que era lo que iba a decir el maldito cura del pueblo: que era un buen tipo, amigos de mis amigos, esposo fiel, un buen padre, en fin, puras mentiras. Luego vino el discurso de mi viuda, los sollozos apenas la dejaban hablar. Terminó, y la iglesia se llenó de un silencio sepulcral, el cual sólo se rompió con mis carcajadas. Me retiré del lugar riendo de buena gana ante la incredulidad de la concurrencia. No sin antes echarme un vistazo dentro del cajón.

Cansado del ajetreado día, caminé sin destino por las alamedas del pueblo hasta que encontré un bar abierto, pedí un vaso de vino que no sabía a nada, lo dejé a medio terminar y decidí dormir en algún banco de la plaza. Recostado de espalda, contemplé las estrellas por primera vez. Desperté con el sol encima; ya era la hora de partir, así que encaminé mis pasos al cementerio. Pasé por la tumba de mi madre y le dejé algunas flores robadas de una tumba vecina, recorrí las angostas calles hasta que hallé la que sería mi última morada, hice a un lado las coronas de flores plásticas que la cubrían, abrí el cajón y me introduje en él.....

....Lo último que recuerdo es el ruido sordo que hacia la tierra al chocar contra la madera.